lunes, 9 de junio de 2008

En la cola



Por Alá, cuánta gente. Me he vuelto a equivocar. ¿Me voy al otro lado? No... De lejos te parece que no hay mucha gente, pero cuando estás a punto de llegar, se llena. Ya viene la chica a abrir la otra caja. «Oye, ¿pasas tú?»; «No, no; yo me quedo aquí. Gracias».
Me ha puesto mala cara. No sé por qué. Le he dicho gracias. Me ha preguntado muy alto. Sé que tenemos mala fama. De maleducadas, sobre todo. De perras, también. Como si esperar en una cola, a la española, fuera algo a aprender y venerar.
Mi cola no se mueve. Quizás debería haberme ido a la otra. El cajero es lento, pero simpático. La gente se impacienta y chasquea la lengua y suspira. Veo de reojo a las chicas que tengo detrás; están haciendo muecas; creo que piensan que huelo mal, a curry. No huelo mal. Quizás debería decírselo, pero no me atrevo, o no me apetece.
Me quedo mirando hacia fuera, hacia las puertas de cristal, y auque soy consciente de que estoy en el supermercado, y aunque de vez en cuando me muevo unos centímetros, empujando la cesta con el pie, entro en trance. Me resulta fácil. Una cola lenta y una vista de la calle es todo lo que necesito. He hecho muchas colas desde que llegué aquí. Entro en trance y me olvido de los chasquidos y las voces bajas y las narices arrugadas. El médico me ofreció pastillas pero yo le dije que no. Me dan un poco de miedo. Pero como puedo entrar en trance... A veces, esperando, la gente es amable y me cuesta responder, pero es porque estoy en trance, no es porque sea una puta desagradecida.
La basura se arremolina a la entrada; está a punto de diluviar otra vez. He cogido el paraguas, menos mal. Cuando salí de casa hacía buen día. La amenaza de lluvia une a la gente; la gente mira el cielo negro que se avecina y luego se miran entre sí, a los ojos; completos desconocidos que se miran y sonríen.
A la gente no le gusta el cajero. Además de un poco lento, es un poco feo. A mí me cae bien. Me gustaría hablar algo más con él... no sé... quizás contarle lo que me acaba de pasar... explicarle lo que son los CD4... y la carga viral...

La otra cola está parada. Les adelantamos. He hecho bien en quedarme. Ya me toca.

Karen



Sabe que no se lo debería tragar, pero es que le gusta. Acaban y él le dice: «Oye, ¿no es peligroso?». Ella le dice que no tanto, que peor es juguetear con él… que si lo escupes, que si no... Ya le ha pasado antes; al principio el riesgo les da igual, pero una vez hecho, entonces sí; entonces ya no quieren estar con alguien así, entonces quieren a la que no hace eso. Ella se siente mal, porque le gusta el chico; le acaba de conocer pero le gusta tanto que le duele. Pero sabe que son dos mundos incompatibles. O tragas o enamoras. Así que opta por tragar. No debiera, pero es lo que hay.

Ele



Me aburre tanto el 69… y por defecto, la gente que lo orquesta, como si hubiera algo que orquestar; esa gente que se cree pionera y salvaje en el sexo… que no es que yo lo sea... o que sea bueno serlo... pero al menos no me gusta el 69.

Yo cuando veo que alguien quiere hacer el 69, es que le pierdo el respeto. No lo puedo evitar.

Qué momento tan horrible: estás tan tranquilo haciendo lo que sea, sexualmente hablando, lo que sea, cuando de repente él (por decir algo) te pone una mano en las costillas y la otra en la zona michelínica… parece ser que quiere maniobrar… parece ser que quiere que te muevas… sí, eso está claro... con lo a gusto que estabas... tú te pones a ello: te mueves a un lado y a otro, pero parece ser que no aciertas, porque él sigue presionando en la zona michelínica, tan sensible al roce…

...derecha, izquierda, nordeste… ¿cómo quiere que me ponga?... ¿le pregunto?... no puedo aguantar más la respiración, y quizás es por puro instinto de supervivencia que por fin se enciende la bombilla: ¡quiere me ponga en postura de 69!

Oh, my, God.

Yo, que quede claro, me posiciono… y, eso sí, desenchufo. No quiero vivir lo que se me avecina.

El 69 es una postura utópica; es el cuento de nunca encajar… Es que no somos números… él (por decir algo) no es un 6, y menos aún un 6 al revés. Si tú te aplicas como es debido, entonces él no se puede aplicar como es debido, porque, sencillamente, es que él no consigue aterrizar sobre la H (tragicamente, se queda corto o se pasa), o llega tan malamente que no merece la pena: no sientes nada, o, peor, te hace daño, por lo general por el efecto Pantoja —“dientes, dientes”—. Y no hay nada peor que “dientes, dientes"; eso lo sabe cualquiera.

Y viceversa. Ni él ni tú lo hacéis bien a menos que os acabéis turnando, con lo cual, ¿para qué? Para eso nos quedamos como estábamos.
Qué fatiga.

¿Y qué es lo quiero entonces, yo personalmente, y sexualmente hablando?… Porque si no me gusta el 69… ¿Algo me gustará, no? Pues claro, que no soy de piedra, ni un tiquis-miquis...

Quiero una cosa más que ninguna otra en el mundo; pero voy a utilizar la inicial de esa cosa, porque me da un poco de vergüenza decir la cosa en sí misma.

Yo, quiero:

L.