lunes, 9 de junio de 2008

Ele



Me aburre tanto el 69… y por defecto, la gente que lo orquesta, como si hubiera algo que orquestar; esa gente que se cree pionera y salvaje en el sexo… que no es que yo lo sea... o que sea bueno serlo... pero al menos no me gusta el 69.

Yo cuando veo que alguien quiere hacer el 69, es que le pierdo el respeto. No lo puedo evitar.

Qué momento tan horrible: estás tan tranquilo haciendo lo que sea, sexualmente hablando, lo que sea, cuando de repente él (por decir algo) te pone una mano en las costillas y la otra en la zona michelínica… parece ser que quiere maniobrar… parece ser que quiere que te muevas… sí, eso está claro... con lo a gusto que estabas... tú te pones a ello: te mueves a un lado y a otro, pero parece ser que no aciertas, porque él sigue presionando en la zona michelínica, tan sensible al roce…

...derecha, izquierda, nordeste… ¿cómo quiere que me ponga?... ¿le pregunto?... no puedo aguantar más la respiración, y quizás es por puro instinto de supervivencia que por fin se enciende la bombilla: ¡quiere me ponga en postura de 69!

Oh, my, God.

Yo, que quede claro, me posiciono… y, eso sí, desenchufo. No quiero vivir lo que se me avecina.

El 69 es una postura utópica; es el cuento de nunca encajar… Es que no somos números… él (por decir algo) no es un 6, y menos aún un 6 al revés. Si tú te aplicas como es debido, entonces él no se puede aplicar como es debido, porque, sencillamente, es que él no consigue aterrizar sobre la H (tragicamente, se queda corto o se pasa), o llega tan malamente que no merece la pena: no sientes nada, o, peor, te hace daño, por lo general por el efecto Pantoja —“dientes, dientes”—. Y no hay nada peor que “dientes, dientes"; eso lo sabe cualquiera.

Y viceversa. Ni él ni tú lo hacéis bien a menos que os acabéis turnando, con lo cual, ¿para qué? Para eso nos quedamos como estábamos.
Qué fatiga.

¿Y qué es lo quiero entonces, yo personalmente, y sexualmente hablando?… Porque si no me gusta el 69… ¿Algo me gustará, no? Pues claro, que no soy de piedra, ni un tiquis-miquis...

Quiero una cosa más que ninguna otra en el mundo; pero voy a utilizar la inicial de esa cosa, porque me da un poco de vergüenza decir la cosa en sí misma.

Yo, quiero:

L.

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